jueves, 8 de septiembre de 2016

Secretos de una mujer elegante

Secretos de una mujer elegante

A la elegancia se le han dedicado muchos artículos, entrenamientos personales y varias películas. Pero no la puedes encasillar en un marco, solo la puedes sentir y emanar.

Una mujer elegante siempre está consciente

A menudo, corremos apresurados a hacer nuestras diligencias con cara enojada. O fruncimos las cejas esperando un autobús como si estuviéramos participando en el concurso de la mirada más dura. ¿Por qué sucede esto? Porque si no nos ponemos a pensar acerca de la expresión facial que traemos, siempre se vuelve asombrosamente hostil.
Una mujer elegante tiene conciencia de sí misma cada segundo. Básicamente es un estilo de vida. No tienes que hacer sonrisas forzadas, pero puedes tener en mente tu imagen, no por los demás, sino por ti misma. No solo cuando estás en lugares públicos, también estando sola la mujer elegante se comporta con el mismo porte y esto no le resulta difícil. Simplemente se vuelve un estilo de vida, ya no se le antoja comportarse de otra forma, y no se siente bien al hacerlo.

Una mujer elegante sabe amarse a sí misma

Una mujer elegante sabe relajarse, escuchar el silencio y puede admirar con emoción las nubes en lugar de mirar la pantalla de su teléfono. No se sobreesfuerza. Se quiere a sí misma.
No tiene la costumbre de sacrificarse por la felicidad de los demás o por algún éxito en el trabajo. Porque cuando está tranquila y relajada, emana felicidad para sus seres queridos, y todo le sale bien en el trabajo. Carga el mundo exterior con su energía de amor, vigila el nivel de sus baterías y se retira a recargarlas a tiempo.

Es imposible desequilibrarla

Una mujer elegante recibe los inconvenientes con una broma, no tiene la costumbre de tomarlo todo personal y no pierde tiempo en rencores. ¡Porque nada de eso importa! El destino a todos nos da una multitud de motivos para sufrir, pero si empezamos a usarlos de forma activa, no nos alcanzará ni las fuerzas ni la energía. Hay que saber darle prioridad al bienestar emocional propio.
Un mujer elegante no pierde tiempo en chismes: su autoestima está en orden. No la encontrarás hablando mal de alguien, no revisa los perfiles de sus amigas antiguas en las redes sociales para alegrarse de sus fracasos.

Esta mujer sabe recibir las miradas de admiración

Una mujer elegante nunca pasa desapercibida y sabe recibir cumplidos y miradas de admiración. No está cegada por las luces de la fama pero tampoco se avegüenza por llamar la atención con su presencia. Se reconoce a sí misma y sabe que no tiene por qué sentirse incómoda por los cumplidos.
No tienes que responder con timidez: «esta blusa me la regaló mi mamá» si tu compañero de trabajo te hace un cumplido. Simplemente agradécelo. Porque es importante valorarse a sí misma.
Se siente cómoda con su cuerpo
Si crees que una mujer sofisticada debe tener una cintura de avispa y una cadera ejemplar, olvídate de este tipo de prejuicios ridículos. A menudo vemos lo encantadoras que lucen las mujeres robustas presumiendo sus formas voluminosas. Pero si saben presentarse bien. Si no se envuelven en pantalones de mezclilla ajustados, si no quieren caber en vestidos entallados 2 tallas más pequeños sino que se visten de acuerdo a su figura. Las formas voluminosas son hermosas, ¡no intentes encajar en las reglas de la moda moderna!

Actúa dependiendo de la situación no de acuerdo a las reglas

El último secreto es: sé orgánica en cualquier situación. No vayas a un día de campo en una blusa entallada, no te pongas tacones si solo quieres ir a pasear y no tienes por qué rostizarte en un traje oficial si está haciendo mucho calor.
No les creas a aquellos que dicen que es inaceptable no traer tacones, que la ropa clásica te garantiza el éxito, y que traer el pelo suelto es de mal gusto.
Si estás segura de que tu cabello luce ordenado, déjate el pelo suelto. Si no te sientes cómoda con tacones, no te tortures, puedes elegir unos zapatos bonitos o bailarinas no menos elegantes. Y no encierres tu individualidad en los trajes blancos y negros, por más clásicos que sean.

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